África, energía y justicia climática: el imperativo de priorizar el desarrollo
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El mundo enfrenta una paradoja energética y climática profundamente injusta: mientras los países ricos disfrutan de una abundancia de energía, miles de millones de personas en África carecen de acceso suficiente para satisfacer las necesidades más básicas. Este desequilibrio no solo perpetúa la desigualdad global, sino que también ignora las realidades específicas del continente africano frente al cambio climático.
Para ilustrar la disparidad, considere esto: los californianos usan más electricidad jugando a videojuegos que la utilizada por todo Senegal. En Nueva York, los gimnasios mantenían sus temperaturas en 10 °C para quemar más calorías, mientras solo el 3% de los nigerianos tienen aire acondicionado. África no solo sufre de pobreza energética, sino que también enfrenta de manera desproporcionada los efectos del cambio climático, a pesar de ser responsable de menos del 4 % de las emisiones globales acumulativas.
El impacto del cambio climático en África
El cambio climático ha intensificado fenómenos como sequías, inundaciones y olas de calor en África, afectando la agricultura, la seguridad alimentaria y la salud pública. Sin embargo, el continente contribuye con menos del 1 % del dióxido de carbono acumulativo en la atmósfera. Incluso si el consumo eléctrico de África subsahariana se triplicara utilizando gas natural, las emisiones adicionales representarían solo el 1 % de las emisiones globales totales.
A pesar de estos datos, las naciones ricas insisten en que África debe desarrollarse exclusivamente con energía renovable, limitando la financiación para infraestructuras que utilicen combustibles fósiles. Esto no solo frena el desarrollo del continente, sino que también impone barreras injustas que los países ricos no enfrentaron durante su propia industrialización.

La injusticia climática
A pesar de su mínima contribución al calentamiento global, el hecho de que los países ricos ven la adaptación africana como su "plan B", África soporta una carga desproporcionada de sus efectos. Esta situación se agrava por la falta de recursos financieros y tecnológicos para adaptarse y mitigar los impactos climáticos.
La reciente COP29 en Bakú evidenció la insuficiencia de los compromisos financieros de los países desarrollados, perpetuando las desigualdades y violaciones de derechos humanos.
La imposición de restricciones energéticas a las naciones pobres crea lo que se ha llamado un apartheid energético. Mientras las empresas occidentales explotan yacimientos de gas en África para beneficiar a Europa y Asia, estas mismas naciones niegan a los países africanos la financiación para utilizar esos recursos localmente. Esto refuerza un sistema de dos niveles: energía abundante para los ricos y soluciones limitadas, como lámparas solares, para los pobres.
Todavía, contrario a la percepción general, el continente africano ya lidera en algunos aspectos de la transición energética. En Kenia, el 80 % de la electricidad proviene de fuentes renovables como la geotérmica, eólica e hidráulica, superando ampliamente el 17 % de los Estados Unidos.
La necesidad de energía para la resiliencia climática
El cambio climático exige adaptación, y esta requiere energía. Para sobrevivir a las condiciones extremas, el continente africano necesita:
- Infraestructura resiliente: diques, carreteras y edificios.
- Agricultura sostenible: sistemas de riego y desalinizadoras para garantizar agua potable.
- Electrificación: refrigeración y aire acondicionado para hogares, oficinas y fábricas.

El camino hacia la justicia climática
África necesita acceso a más energía para desarrollarse, adaptarse al cambio climático y garantizar la dignidad de su población. La justicia climática no significa eximir al continente de la transición hacia un futuro de cero emisiones, sino reconocer su derecho a utilizar el margen restante del presupuesto de carbono para crecer. Mientras tanto, los países ricos deben liderar la descarbonización, reduciendo drásticamente sus emisiones y financiando soluciones sostenibles para el desarrollo global.
La justicia climática no es solo una cuestión ética, sino una necesidad para un desarrollo global equilibrado. África debe ser empoderada para enfrentar los desafíos climáticos sin sacrificar su derecho al progreso y bienestar de sus pueblos. y para esto, es imperativo que la comunidad internacional actúe con responsabilidad y solidaridad, reconociendo las contribuciones históricas al cambio climático y apoyando a quienes más sufren sus consecuencias.